LA VERDAD – Episodio 100 : Ser amigo de Dios es creer y entregarse
- 26
- Jun
- 2023
¿Quién es amigo de Dios? Y… ¿quién se hace enemigo de Dios? Es lo que va a saber hoy.
Voy a dar mi ejemplo, antes de conocer a Jesús, me gustaba un chico de la escuela. Yo pensaba en él, soñaba con él, soñaba, me despertaba, ¿no? Pero nunca me acerqué a él, nunca le hablé, no le dirigí ni siquiera una palabra. Pero, para mi yo era su amiga, porque me gustaba todo lo que él hacía, como era, como se vestía…
Y, por otro lado, iba a la iglesia con mis padres, pero me gustaba lo que ese chico me mostraba, es decir, mis ojos estaban atentos a él y no a Dios.
Pero, allí en la iglesia, yo estaba orando, buscando a Dios, aparentemente, ¿no? Adorando me emocionaba, lloraba, pero seguí siendo la misma persona de antes, la misma persona triste, porque me gustaba un chico que no tenía nada que ver con Dios, y sabía que no era el lugar o la persona adecuada para mi.
¿Y qué hacía yo al respecto? Me gustaba, me agradaba aquel sentimiento. Para mi, el lunes era el mejor día de la semana. Y el viernes el peor día, porque no lo vería el sábado y el domingo. Domingo era el día que iba a la iglesia, pero no disfrutaba el domingo, disfrutaba el lunes.
En realidad, yo era artificial los domingos y los miércoles, cuando iba a la iglesia. Y claro, cuando es así, no es presente en lo que habla con Dios. No es sincero, no es transparente. Sus ojos están dirigidos a caminar hacia aquel rumbo. Y así vivía.
Usted mira hacia donde va. Admira aquello que desea. Codicia aquello que es importante para usted. Pero, ¿qué decía eso sobre mi? Que no había interés en Dios.
Hasta que me cambié de país, volví a Brasil y aquí la Palabra de Dios empezó a llegar a mi, y señaló mi error, que me gustaba disfrutar ese sentimiento por ese chico. Y sólo por ese hecho, no me acercaba a Dios, me distanciaba.
Quizá, usted está en este Ayuno de Daniel y dice así: “Me gusta un sentimiento que tengo…” Tal vez sea un resentimiento, tal vez le guste más su carrera que propiamente Dios, tal vez dedica más tiempo e invierte en su carrera, en el dinero que va a ganar mañana, que propiamente en su alma.
Y en el fondo, cuando mira para si mismo, está oprimido, oprimido por sus elecciones, porque le gusta lo que le hace mal.
Es decir, no es amigo de Dios, es enemigo de Dios. Le gusta el pecado, admira el pecado, admira la sensualidad, la gloria de este mundo, los aplausos, le gusta tener la atención de las personas más que agradar a Dios.
Y ahí se pregunta: ¿Por qué no recibo el Espíritu Santo? ¿Por qué no cambio de vida? ¿Por qué mi vida está trabada? Justamente porque sus ojos, en lo que está atenta, lo que mira, es aquello que aprecia.
¿Qué ha apreciado? Quizá son sus motivos, su orgullo, sus pensamientos y no los pensamientos de Dios, y este es un problema enorme.
Pero fue así cómo el Espíritu Santo me mostró mi pecado. Y decidí que nunca más apreciaría aquel sentimiento. Al contrario, empecé a odiar aquello que estaba haciéndome mal, que me distanciaba de Dios, que no me acercaba a Dios.
Porque quería acercarme a Dios, quería lo que mis padres me ofrecían, lo que me hablaban de Dios, pero yo disfrutaba otra cosa.
Y es esto lo que mucha gente hace. No entrega su vida porque la ama, y le gusta aquello que ha admirado, lo que ha nutrido en su interior.
Cuando tomé la decisión de entregarme a Dios, de abandonar aquel sentimiento, empecé a acércame a Dios. Comencé a interesarme por la Verdad.
Muchas veces apreciamos la mentira, sin darnos cuenta de que es una mentira, pensando que es una verdad.
Mientras me gustaba aquel sentimiento por ese chico, me gustaba la mentira, sin saber que era todo mentira. Me gustaba aquello que me haría mal, pero creía que era mejor, porque si lo alimento es porque creo que es mejor para mi.
Observe lo que dice la Palabra de Dios sobre creer:
“Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue imputado por justicia, …” Santiago 2:23
Es decir, la creencia me hace actuar de forma racional. Cuando creo en Dios empiezo a tener derechos, derecho de la promesa de Dios.
Porque Dios promete, pero ¿cuándo tengo derecho a esta promesa? Cuando creo, como dice aquí la Biblia:
“…, y le fue imputado por justicia, y fue llamado: Amigo de Dios.” Santiago 2:23
Observe que él fue llamado amigo de Dios porque creyó. ¿Cuántas personas han sido enemigas de Dios? Esto porque no creen en lo que Dios les propone, en lo que Dios les orienta, enseña.
La persona piensa que su mentira, sus sentimientos, son más verdad que lo que Dios dice, tiene más respaldo, más fuerza de lo que Dios dice, por eso lo alimenta y permite que ese sentimiento esté dentro de ella.
Quizá, es un sentimiento de rencor, de venganza, de querer siempre tener la razón, que le lleva a dedicar más tiempo a agradarse a usted, que a Dios. Cuando, en realidad, ya ha pasado un tiempo, y ¿no se ha dado cuenta que a su manera le hace mal? ¿qué su forma de ser le hace una persona deprimida?
Es decir, hace su voluntad y continúa oprimida, triste, sin ser realizada… pues si, esto es porque ha creído en una mentira. Y la mentira hace que la persona viva oprimida.
Aparentemente, tiene todo y no tiene nada, porque creyó tanto en aquella mentira que la iba a realizar, y en el fondo no la realizó.
Cuando cree en Dios, alcanza la justicia, la promesa de Dios. Cuando cree en Dios se hace bien a sí mismo, no tiene ese resultado frustrante que tenía cuando hacía todo para si.
¡Piense sobre esto!
¿Ha sido amigo de Dios? ¿Realmente ha entregado todo de si? ¡Porque entregar su vida es entregar todo! Es dejar de tener espacio para servirse a si mismo, para servir a Dios.