LA CODICIA – Episodio 1 : Los ojos en aquello que no es necesario
- 27
- Jul
- 2023
¿Hacia dónde está interesada en mirar? ¿qué le atrae? ¿y en qué ha invertido en su vida? A través de los ojos se dirige hacia dónde quiere llegar. Y así también es todo en la vida.
Si tiene ojos para las cosas que este mundo nos ofrece: riqueza, fama, gloria, glamour, éxito, dinero, comprar bienes… es hacia allá dónde caminará toda su vida. ¿Y por qué?
Porque dónde ha puesto sus ojos, es en lo que verdaderamente piensa, es lo que desea.
Observe lo que la Biblia dice:
“Inclina mi corazón a tus testimonios, y no a la avaricia.” Salmos 119:36
Bueno, el salmista está hablando con Dios, aspirando a algo que quiere. Y pide que Dios quite sus ojos de lo que ha hecho mal. Ciertamente, si él se lo pide, es porque se ha observado, es decir, cuando hablamos con Dios, no puede hablar repitiendo palabras.
Porque las palabras repetitivas expresan algo sistemático, algo que no piensa, ¿sabe?
Cuando piensa, razona, en realidad, pensó y observó sobre aquel asunto, y habla sobre ello con Dios.
La codicia es un deseo, pero no es una necesidad. A veces, es un deseo apenas para sentirse mejor, para acariciar su ego, su orgullo, su vanidad, pero no es algo que realmente necesita.
Entonces, ¿qué es necesario para nosotros? El testimonio que Dios le ha dado. Testimonio de bondad, de paciencia, del ejercicio de la fe.
El ejercicio de la fe nos enseña a hacer lo que es justo, a razonar, a cumplir con la disciplina; esto es lo que hace la fe. Y Dios hace uso de esa fe, del razonamiento. Él tiene el poder de hacer cualquier cosa que Él desee, pero usa la justicia.
Por eso, el autor de este salmo dice así: “Inclina mi corazón…”, porque es el corazón el que siente, desea, codicia… el corazón tiene vanidades, y busca cosas apenas para sentirse superior, por encima de las personas.
Y sabe, que por más que alcance algo en la vida, si presta atención siempre desea algo más.
Pero este salmista pide a Dios que incline su corazón, porque él ya había observado que él sentía cosas que no debería. Por eso le pide a Dios un corazón que esté inclinado al testimonio que Dios le ha dado.
O miro para Dios, para el Reino de Dios, de los Cielos, o miro a las cosas de aquí, de la tierra, a la codicia. Y ¿hacia dónde ha mirado? ¿en qué ha invertido?
Hacia donde mira es hacia donde se dirige, incluso su alma, porque su alma mira hacia algo y es para allá donde se dirige.
¿Sabía que la única forma de vivir una vida inteligente es razonando?
Si dejo que mis emociones me conduzcan, me dirigiré por lugares indebidos. Voy a escoger cosas inapropiadas para mi. Voy a planear y a conducirme hacia cosas que me van a destruir.
Muchas personas no tienen noción del peligro que tiene la codicia. La codicia es también un deseo ardiente, una ansiedad de querer algo a toda costa, independientemente, si es necesario o no. Y a veces, la codicia incluso le seduce diciéndole que necesita aquello.
Pero cuando razona hacia lo que es inteligente, hace uso del equilibrio, de lo que es necesario; esto es la justicia, lo correcto, lo que nos disciplina.
El salmista dice:
“Aparta mis ojos, que no vean la vanidad; avívame en tu camino.” Salmos 119:37
¿Cuántas cosas ve que son fútiles?
No sé si va a asumirlas y responsabilizarse para cambiar, pero mientras que incline su corazón, su deseo, su voluntad, su plan hacia ese camino de codicia, no va a apreciar el testimonio de Dios. No va a apreciar lo que realmente es útil, lo que realmente es necesario para usted. Se va a eludir, se va a engañar, va a perder tiempo con algo que no va a durar para toda la vida.
Por eso, lo que el salmista dice: “Aparta mis ojos, que no vean la vanidad…”, es porque realmente la vanidad me estimula a comprar más, a decir que falta esto, a gastar tiempo en aquello que a mis ojos es lindo. Pero, ¿es necesario?
No estaré gastando tanto tiempo con algo que, poniéndolo en un embudo, va a decir así: es vanidad, futilidad.
Obsérvese: ¿Hacia dónde ha mirado?
¿Qué le interesa realmente? ¿la vanidad o el camino correcto, justo? ¿busca lo que está bien?
Quizá, aún le gusta la vanidad, la ilusión, el engaño, la mentira…
Bueno, ¡es con usted! ¡La responsabilidad de su vida no está en Dios, ni en el diablo, ni en nadie, está en usted, en lo que escoge mirar, aceptar y caminar!