Familia : El Mayor Rival

«Mi mayor «rival» es mi marido, que me traiciona, que no me valora…»

«Mi mayor «rival» es mi compañero de trabajo, que me envidia y persigue…»

«Mi mayor «rival» es mi jefe, que no reconoce mi valor.»

«Mi pasado ha sido un grande «rival»… No consigo seguir adelante.»

«El corazón es mi peor «rival»; en todo momento me engaña, haciéndome tomar malas decisiones…»

Tal vez se haya encajado en alguno de los ejemplos arriba o se acordó de su propio «rival». Pero, ¿será que estamos realmente centrados en la raíz del problema? Aunque diga: «¡No! Yo lloro todos los días, día y noche, porque no acepto esta situación; voy a la Iglesia, oro, pido Dios…» Entonces, ¿por qué continúa amargada?

Una mujer, Ana, vivió años disgustada por no conseguir ser madre. Su amargura era tamaña, que su «rival», percibiendo cómo dañarla, la provocaba continuamente.

Aún siendo esposa de un sacerdote y subiendo al Templo para sacrificar, nada la consolaba…

«Esto sucedía año tras año; siempre que ella subía a la casa del Señor, la otra[a] la provocaba. Y Ana lloraba y no comía. » (1 Samuel.1:7)

¿Qué nos lleva a centrarnos en los “demás» o a ceder a la presión de las circunstancias aún como cristianos y, supuestamente, estando «activos» en la Iglesia?

El sentimiento!

El exceso de ansiedad en querer resolver las situaciones por la «capacidad» humana neutraliza la fe. No necesita ser una persona extremadamente sentimental… Basta sólo un sentimiento – que hasta considera inofensivo – para crear su propia «descendencia: Complejo de inferioridad, flaqueza, fragilidad, permitiendo que su «yo» se haga más fuerte y evidente que el valor de la fe.

Nuestras «defensas» se quedan en bajo y a la mercê del «enemigo»!Pero hubo un momento en que Ana percibió que su mayor «rival» no era exterior, caraterizado por una persona o por la «imposibilidad» de la situación, pero por la falta de acción de la fe… la fe que ella ya conocía, pero que, hasta al momento, mantenía inactiva! Y cuando esto aconteció, ella olvidó «rivales» físicos y focou-si en quienes realmente podría cambiar y comenzar a «generar»: Ella misma!

No importa, amiga, q si su marido, hijos o jefe le hacen una vida difícil… No se trata de ellos sino de usted. ¿Cuál es su fe?

«E hizo voto y dijo: Oh Señor de los ejércitos, si tú te dignas mirar la aflicción de tu sierva, te acuerdas de mí y no te olvidas de tu sierva, sino que das un hijo[a] a tu sierva, yo lo dedicaré al Señor por todos los días de su vida y nunca pasará navaja sobre su cabeza.” (ISm.1:11)

Cuando Ana fue al Altar, al único lugar que le podría dar la respuesta, ella no se preocupó si estaba sola o acompañada, sino en derramar su alma en la presencia de Dios. Y su voto selló la Alianza. Fue la certeza que ella necesitaba para garantizar el fin de su amargura de espíritu.

¿Ella ya salió del Templo «embarazada» o con un hijo en los brazos? ¡No! Pero ya estaba «embarazada» en el espíritu, a través de su entrega 100% en el Altar de Dios.Y cuando esto acontece, hay confianza, hay fuerza, hay vida… E independientemente de las circunstancias, eso va a determinar lo que pasará después.

Cuando Ana decidió ir al Altar, lo hizo sola, dejó todo para tras y reaccionó en función de su respuesta. Y Dios le dio más de lo que ella pidió.

Para que venzamos nuestros propios «rivales», no podemos culpar a nadie, tenemos que ir al Altar y seguir adelante sin amargura de espíritu.

¿Está dispuesta a hacer esto? Entonces comparta con nosotros su experiencia. Es siempre un placer saber de usted…Besitos.