De madre para madre: Un secreto que solamente Dios sabía

Viviane Freitas

  • 20
  • Abr
  • 2015

De madre para madre : Un secreto que solamente Dios sabía

  • 20
  • Abr
  • 2015

Mi hijo tiene que vivir sus sueños, y no los míos…

Yo no pensaba tener hijos, pero después de 5 años de matrimonio, pensé: “¿Por qué tener un hijo?”
No era para llenar un vacío, ni para alegrar mi casa, entre otros y diversos pensamientos que pasaron por mi cabeza, sin embargo, cuando pensé en la posibilidad de poder generar un siervo de Dios, ¡allí encontré una real razón para esto!

Entonces, decidimos tener un hijo y me quedé embarazada.

En mi mente, ya había un plan de vida listo para mi hijo: como se comportaría; como hablaría; sería un joven activo en la Iglesia y desde joven se haría un pastor; ¡¡perfecto!!

Y después de 9 meses, tuve mi bebé que empezó a crecer totalmente diferente de aquello que yo había planeado. Él era autista, ¡¿¡¿y ahora?!?! ¿Qué haría delante de tamaña frustración?…

… Al final, él no era nada de aquello que yo soñé…

¡¡Y enseguida puse sobre él un “fardo” pesado para que sea un niño perfecto!!
Yo dibujé a mi hijo antes de que naciese y cada actitud no correspondiente a mi sueño, era como si fuese una puñalada en mi. Con esto me volví cada vez más frustrada y fui perdiendo el brillo de madre. Mi mirada “fusilaba” al niño que ni siquiera él mismo sabía el por qué.

¿Te imaginas que una persona te mire y te muestre reproche, simplemente porque no eres lo que ella quería que fueses?

Mi frustración se convirtió en una amargura y me vi seca, sin cariño por él, el sentirme así me hizo muy mal ¿Cómo podría amar a las personas y no tener este mismo cariño por mi hijo? Algo estaba mal en mi y me lancé en los brazos de Dios. Así que se Lo conté a Dios, y hoy a todas vosotras, todo lo que me estaba matando por dentro, era como si se tratase de una simiente que no brotó, eso es que se estropeó, se estaba pudriendo y necesitaba arrancarla.

Al mismo tiempo que yo Le contaba todo a Dios y decía que no aceptaba más este sentimiento, Él me limpiaba, fue un alivio, y desde ese momento en adelante todo cambió.
Con el tiempo aprendí que cada persona es única, con sus errores, defectos, cualidades y habilidades, no podemos cambiar esto, ni siquiera escoger qué características tendrán. Pero si podemos ayudar a moldear algunos comportamientos menos buenos para que sean mejores y se vuelvan buenos. Este trabajo de “lapidación” cabe a nosotras madres hacerlo, que cuando dependemos de Dios y de Su dirección, conseguimos convertirnos en artesanas especiales.

Yo quería tanto cambiar los gustos de mi hijo que no le compré ni una pelota para que juegue, porque no quería que fuese un jugador, sino un pastor. ¿Sabes lo que él hacía? Agarraba las naranjas o patatas del frutero y jugaba con ellas. Compraba carritos, él les quitaba las ruedas y las pateaba, jejeje … Gustos, aptitudes y sueños ya nacen con cada personas. Siendo así, tenemos que dejar a nuestros hijos que vivan sus sueños y no presionarlos a que ansíen los nuestros para ellos. Debemos solo incentivar los que ellos tienen, porque estos fluirán naturalmente y se introducirán los que no tengan, para que florezcan.

De este modo, jamás serán inducidos o incluso obligados a ser algo que no desean, jamás para agradarnos, porque eso no funciona. Si lo hacen así, allá adelante, en el futuro, ellos son lo que se frustrarán y ¡un día se cansarán y dejarán todo!
Porque no es lo que ellos querían para si.

Poniéndolos en las Manos de Dios, el Espíritu Santo los convencerá de Su Voluntad para ellos, entonces, queridas mamás, ¡todo será diferente, de la forma que debe ser y todo saldrá bien!


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