Corrí al Altar con pasos largos

En medio de la Campaña de Israel, me encontraba en una situación desesperante, mi hijo con apenas 4 años no conseguía evacuar, ¿te imaginas un niño con la barriga hinchada, el intestino lleno de heces con gases, gritando, rodando del dolor y nada pasaba? Él llegaba a sudar de tanto dolor, intentábamos ayudarlo de todas las formas, incluso íbamos al Hospital, le hacían lavado de estómago y volvíamos a casa. Pasamos por eso varias veces y nadie descubría lo que causaba esta obstrucción.

Además de esto, tenía crisis nerviosas diurnas y nocturnas, seguidas de varios problemas, sin embargo, no sabíamos lo que tenía; fue la peor fase de mi vida, eran días y noches sin dormir, un hijo incontrolable y un matrimonio estresado con esta situación.

Ante esto, vi en el Altar mi oportunidad de cambio, ya no aguantaba más, queríamos saber que era lo que realmente nuestro hijo tenía y nadie descubría, tanto en Brasil, como en Israel.

Hicimos un voto, cumplimos y fuimos fieles.

La misma semana, allí estaba nuevamente Gabi, rodando de dolor y está vez en la iglesia, en una reunión de Domingo por la mañana, ¡fue “la gota que colmó el vaso”!

Al terminar la reunión, pedí permiso al pastor y fui al Altar con mi hijo, ¡¡allí clamé!!!

Yo ya había sacrificado, pero aún faltaba algo, tumbé a Gabi sobre el Altar y orando le dije a Dios:

“La única cosa que me resta en este momento, es mi alianza de matrimonio, y es lo más valioso que tengo, y lo pondré aquí ahora! Es TODO lo mío, por el TODO del Dios, ya no aguanto más, quiero mi respuesta, quiero saber lo que realmente tiene mi hijo, ¡y es hoy!»

Me quité la alianza, que era algo que me gustaba mucho, amaba mirar hacia mi mano y admirarla, había sido diseñada especialmente para nosotros y cada año de matrimonio, clavábamos un brillante negro en ella, pero no me lo pensé dos veces, en un acto de fe, la dejé allí.

Descendí del Altar y al llegar a casa llamé a mi esposo, le dije lo que había hecho y Gustavo como siempre apoyándome en la fe, me dijo: “¡Está ligado! Voy ahora mismo a la Iglesia, a entregar la mía también, estamos juntos”

De allí fui al hospital y está vez, ¡todo cambió!

Una nueva médica llegó, lo atendió, detectó el problema, indicó el tratamiento, de ahí, tratando el intestino de Gabi, fue descubierto en él, el autismo, el tormento que ya duraba años, se resolvió en apenas una semana.

Está es la fuerza de un voto, este es el resultado de una fe en acción.

Querida mamá, sea cual sea el problema que estés pasando, la verdadera sangre derramada en el Altar, es capaz de mover montañas y personas solamente para traer la solución a tu problema, así fue conmigo, después del perfecto sacrifico, todo salió bien, todas las piezas encajaron y entonces pudimos levantarnos y luchar, pero ahora sabiendo cual era nuestro próximo objetivo.

Corre al Altar a pasos largos, derrama allí tu Todo, por el Todo de Dios y no recibirás una respuesta cualquiera, sino que tendrás tu causa resuelta.

¡Nos vemos allí!