¿QUIÉN ES DIOS? ¿QUIÉN ERES TÚ? – Episodio 74 : En el acto, en la culpa, ¿qué hacer?
- 9
- Ene
- 2024
¿Quién es Dios cuando actuamos mal? ¿En el acto, en el adulterio, en la fornicación, en la mentira? Bueno, eso es lo que me gustaría que supieras de Dios.
“Los escribas y los fariseos trajeron* a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola en medio, le dijeron*: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo del adulterio. Y en la ley, Moisés nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres; ¿tú, pues, qué dices? » Juan 8:3-5
Sabemos que cuando llega la noticia de alguien que cometió un acto terrible, como el adulterio, alguien que traicionó a su marido, a su mujer, a sus hijos, nuestros ojos son naturalmente de acusación, de malos ojos, de condenación, ¿no es cierto? Nos colocamos como jueces de estas personas.
Pero Dios ve y conoce a cada uno de nosotros, incluido nuestros conceptos y pensamientos que surgen en ese momento cuando miramos a la persona que cometió el acto, el adulterio. Se siente culpable, condenada por las miradas de la gente y también por sus propios ojos. Se ve mal, se ve expuesta delante de la gente, cuando todos conocen su historia, su pecado, y apenas levanta la cabeza.
Por su cabeza pasan mil y una cosas. Para ella, las personas la miran juzgando. A veces nadie juzga, pero para ella sí, porque si encontraba a alguien que cometiera algún error drástico, también lo acusaría. Entonces, la forma en que trata a la gente es la forma en que se trata a sí misma.
Obviamente estos escribas y fariseos trajeron a esta mujer sorprendida en adulterio para acusar a Jesús con la actitud que Él tendría. Pero ¿cuál fue la actitud de Jesús? El que era y es perfecto, sin pecado, ¿qué hizo?
Y si fueras perfecto, ¿no condenarías a una persona que cometió un error? Sabes que cuando no cometiste ese error, entonces te sientes lo suficientemente bien como para juzgarte y condenarte a ti mismo, ¿no? ¡Pero este no fue el caso del Señor Jesús!
“Decían esto, probándole, para tener de qué acusarle. Pero Jesús se inclinó y con el dedo escribía en la tierra. Pero como insistían en preguntarle, Jesús se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en tirarle una piedra. E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Pero al oír ellos esto, se fueron retirando uno a uno comenzando por los de mayor edad, y dejaron solo a Jesús y a la mujer que estaba en medio”. Juan 8:6-9
El Señor Jesús vino a salvar al pecador, no vino a condenar.
“Enderezándose Jesús, le dijo: Mujer, ¿dónde están ellos? ¿Ninguno te ha condenado? Y ella respondió: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Yo tampoco te condeno. Vete; desde ahora no peques más”. Juan 8:10,11
Quizás estés ahí con una carga pesada, con el pecado ante ti, con la vergüenza, con el desprecio de las personas. Te sientes incómodo con lo que los demás piensan de ti, te sientes mal por exponer tu pecado a los demás.
Y un día me sentí condenada, no por haber cometido adulterio, sino que mi conciencia me acusó de cosas que guardaba dentro de mi, y que nunca le había dicho a nadie. Un día me sentí tan sucia. Un día Jesús me mostró toda la suciedad de mi vida, y yo todavía estaba soltera, no conocía a nadie, nunca había dado un beso, nunca había hablado con ningún chico, pero me sentía tan sucia como una prostituta.
Así fue cuando vi mi pecado, pero no vi la condenación de Dios, Él me mostró mi pecado para liberarme del pecado. No hay manera de deshacerme del pecado, si no lo veo como pecado, como el mal que alimento.
Y esa mujer se sentía muy mal consigo misma, muy mal por lo que los demás pensaban de ella, por lo que había hecho. Pero Jesús le dijo: Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Nadie te condenó?
“Y ella respondió: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Yo tampoco te condeno. Vete; desde ahora no peques más”. Juan 8:10,11
Sepa que no serás libre del pecado mientras disfrute del pecado. Mientras no veas que el pecado es la causa de los males que actúan en tu vida, seguirás cultivando, aceptando y alimentando este pecado.
Como fue el caso de esta mujer, que estando casada se acostó con otro hombre. En otras palabras, ella no se hizo responsable de lo que pasó dentro de ella. Ella alimentó esa ilusión, ese sentimiento, hasta que cometió el acto, el adulterio, y fue sorprendida en el acto.
Pero Jesús no la condenó. Jesús le dijo que se fuera y no pecara más. Es eso lo que le dice al pecador: ve y no peques más.
Cuántas veces me he equivocado, he juzgado, he condenado, he mirado con malos ojos, he discriminado y he acepción de personas a mis propios ojos, pero Jesús no me condenó. Él me enseña la fe inteligente, me enseña a no pecar más.
¿Y cuándo dejaré de pecar? ¿Cuándo dejaré de pecar para siempre? Esa es la pregunta! Cuando asumo la responsabilidad del acto, del error que es mío, no del pueblo, ni de nadie más, pero es mío. Yo fui quien lo quiso, yo fui quien lo aceptó, yo fui quien alimentó ese mal pensamiento, ese deseo indebido, es decir, tengo que aceptar, aceptar mi condición de pecador y odiar el pecado.
Jesús le dijo: ve y no peques más. Entienda que tiene una oportunidad, si ha vivido en pecado, amando el pecado, alimentando el pecado en su mente, es porque comete estos pecados que sabes que no debes cometer, porque alimenta tus deseos. Pero el día que comprendas que estos pecados que cometes son porque tú eres la causa, lo aceptas, lo
alimentas, te gusta, cuando veas el pecado como tu enemigo, entonces odiarás lo que te convierte en esclavo.
Esto le decía Jesús: No te condeno, sino vete y no peques más. Haz esto por ti también. ¡Odia lo que te esclaviza!